Si bien la elevación crónica de cortisol puede ser perjudicial para el bebé, no todo llanto desencadena la liberación de cortisol (hormona del estrés).
De hecho, un interesante estudio de desarrollo infantil realizado en la Universidad de Minnesota midió los niveles de cortisol en bebés que recibieron sus inmunizaciones de 2, 4, 6 y 15 meses. Aunque los bebés lloraron en voz alta en cada una de sus visitas, después de la primera vez, ya no hubo una respuesta de estrés biológico; sabían lo que venía y habían aprendido a lidiar con la situación. Esta es una respuesta positiva al estrés, el cuerpo no está dejando de reaccionar, simplemente ha aprendido a enfrentar y superar la situación.
Esto no es negligencia, es el crecimiento y el desarrollo de una respuesta al estrés. En otras palabras, todavía tenían un poco de miedo, pero estaban bien. Otros estudios también han encontrado que el llanto puede liberar la tensión. No todas las formas de estrés, y no todos los llantos, son iguales. Esto nos puede ayudar a comprender que algo de estrés, a corto plazo, en realidad puede resultar en una respuesta positiva al mismo.
Nuestro trabajo como padres no es siempre resolver problemas o distraer al niño para que no llore cuándo se frustra, incluso a la hora de dormir. No es borrar sus emociones y calmarlos constantemente. Nuestro papel vital es proporcionarles las mejores condiciones que necesitan para prosperar y oportunidades para observar, aprender y practicar respuestas adaptadas a todas las situaciones, incluyendo el estrés y el sueño. Paula Roitman Pedagoga Especializada en el Aprendizaje del Sueño Infantil
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